RELATADO POR DÉBORA
ANDREOPOULOS
Para
empezar, debo aclarar que no soy el tipo de mujer que vive pendiente de su
salud. No me preocupo por las molestias que pueda sentir de vez en cuando.
Intento tomar la vida tal como viene. Algunos días son buenos y otros son
malos.
No
obstante, en la adolescencia empecé a sufrir fuertes dolores. En los difíciles
días de la menstruación, con frecuencia sentía un dolor intenso en los ovarios
o me daban jaquecas, diarrea, mareos, náuseas o dolor en la zona lumbar. A
veces tenía varios de estos síntomas al mismo tiempo. Notaba que si hacía
ejercicio y descansaba lo suficiente mejoraba, pero no era fácil sacar
tiempo para ello.
El
dolor es algo muy subjetivo. No se puede medir y no siempre se puede
describir a otros de forma convincente. A veces me pasaba días enteros en cama,
agotada por los síntomas antes mencionados, o me obligaba a levantarme y a
seguir un ritmo más activo bajo el efecto de los analgésicos. Se me hacía muy
difícil trabajar y llevar una vida normal. Me sentía muy frustrada. A mí me
parecía que tenía algún problema de salud, pero cuando me hacía las revisiones
periódicas, las palabras tranquilizadoras de los médicos hacían que despidiera
esa idea de mi mente.
A
partir de los 30 años de edad, los síntomas empeoraron. Tan pronto me daba un
dolor desgarrador como me desaparecía sin razón aparente. El dolor atroz me
despertaba a media noche. En una ocasión solo pude dormir unas cuantas horas en
toda una semana. De vez en cuando también tenía fiebre baja por varios
días. Acabé necesitando analgésicos para diversos dolores, antiespasmódicos
para los intestinos, comprimidos para el estómago, y pomadas y pastillas para
la espalda.
La enfermedad de las mil caras
Los
síntomas que me atormentaban podían atribuirse a varias enfermedades conocidas.
Daba la impresión de que sufría de migraña, adherencias pelvianas, dismenorrea
(menstruación dolorosa), síndrome de colon irritable, colitis y gastritis. Yo
pensaba que la mayor parte de mis dolores se debían a la dismenorrea, pero más
tarde supe que el dolor que produce esta afección no es ni mucho
menos tan intenso como el que sentía.
Me
dijeron que era común tener reglas dolorosas y que algunos factores que podían
influir en ello eran la herencia genética, la falta de ejercicio, el trabajo
sedentario de oficinista, los problemas hormonales, la fatiga y la tensión, así
como el hecho de haber sobrepasado los 30 años sin tener hijos. Un médico llegó
a decirme que todo lo que sentía era indicio de buena salud.
Pero
¿y los demás síntomas preocupantes? El agotamiento lo imputaban al trabajo
arduo y a la tensión; la fiebre, a la fatiga; el dolor intestinal y los
trastornos estomacales, a la tensión y la mala dieta, y el dolor en la zona
lumbar, a un problema de la columna y a la mala postura. De modo que todo
parecía tener una explicación. Aun así, yo seguía sintiéndome muy mal.
Por fin el diagnóstico acertado
En
abril de 1998 me hicieron una ecografía, pero los resultados indicaron que los
ovarios estaban bien. Durante los siguientes cuatro meses, mi salud empeoró.
Decidí visitar a un médico. Este me mandó hacer otra ecografía y me
encontró un bulto muy grande fuera del útero. Me envió a un ginecólogo, quien
confirmó que tenía junto al útero un quiste o un cúmulo de quistes que medía
10 centímetros por 12 centímetros, tamaño equivalente al de un feto
de cuatro meses. El ginecólogo me dijo que sospechaba que la causa de mis
problemas era la endometriosis.
Al
principio me quedé perpleja. Apenas sabía nada de la enfermedad. Me vinieron a
la mente un montón de preguntas. ¿Qué la causa? ¿Cómo me afectará? También me
embargó una sensación de alivio. Durante muchos años no había visto salida
alguna a mis sufrimientos. Después de tantos exámenes médicos sin recibir
ningún tratamiento que me aliviara ni ninguna explicación satisfactoria,
me sentía impotente y deprimida, y terminé por acusarme de reaccionar de forma
exagerada ante el dolor normal y cotidiano. Me decía a mí misma que la
intensidad del dolor era producto de mi imaginación. Pero ahora todos aquellos síntomas desconcertantes tenían
una explicación.
Causas y posibles tratamientos
El
médico me aconsejó operarme en el plazo de unos cuantos días, pues el quiste o
los quistes podían reventar en cualquier momento. Sin embargo, mi esposo y yo
decidimos analizar antes el diagnóstico e informarnos al máximo sobre esa
extraña afección llamada endometriosis.
Nos
enteramos de que, según ciertos cálculos, hasta el 30% de las mujeres en edad
reproductiva pueden tener endometriosis. La causa de esta enfermedad es
desconocida. Una teoría apunta a que durante la menstruación, parte del tejido
menstrual pasa por las trompas de Falopio y se implanta en el abdomen, donde
empieza a crecer. Otra señala que el tejido endometrial se desplaza desde el
útero hasta otras partes del cuerpo a través del sistema linfático o el torrente sanguíneo. Una
tercera hipótesis sugiere que la endometriosis se transmite mediante los genes
o que algunas mujeres tienen cierta predisposición a la enfermedad. Otros creen
que las causas son las toxinas y dioxinas del medio ambiente contaminado.
Se
nos explicó que cada caso de endometriosis es diferente. La localización de los
focos de endometriosis, la profundidad con que penetran en el tejido y su
tamaño contribuyen a que sea una enfermedad peculiar. Se nos informó de que hasta
el foco más diminuto puede causar un agudo dolor si afecta a un nervio cercano.
Algunos
médicos creen que la solución definitiva es la extirpación del útero y los
ovarios. Pero antes de eso puede recurrirse al uso de hormonas para suprimir la
ovulación el máximo de tiempo posible. De este modo se logra a veces que la
endometriosis remita durante el período que dura el tratamiento y en ocasiones
durante los siguientes meses o años. También puede aliviar los síntomas y es
recomendable en algunos casos la cirugía conservadora, sea mayor o mediante
laparoscopia, consistente en la extracción o destrucción del tejido anormal.
Cirugía y recaída
La
última opción parecía la más conveniente en mi caso. Tras la extirpación
quirúrgica de los quistes, el médico me dijo, para mi sorpresa, que la
operación no solucionaría todos mis problemas de salud. Añadió que debía
aceptar la enfermedad, sin perder la esperanza, para seguir viviendo la vida lo
mejor posible a pesar de las recaídas futuras. Me aseguró que podía contar
siempre con su ayuda.
El
médico me indicó que tenía que hacerme una ecografía de los ovarios cada tres
meses y que debía estar preparada para medicarme cada cierto tiempo,
dependiendo de mi estado de salud. Me recomendó empezar de inmediato un
tratamiento con GnRH (hormona liberadora de gonadotropinas), el cual
básicamente detuvo la liberación de las hormonas que estimulan la función
ovárica y me produjo una seudomenopausia. Este fármaco solo debe administrarse
por seis meses, ya que después de ese período pudiera causar pérdida de la
densidad ósea u otros cambios
relacionados con la menopausia.
Un
mes y medio después de terminar el tratamiento, me volvió el dolor punzante. Yo
había leído información sobre los índices de recurrencia y había intentado prepararme
para el siguiente ataque de la endometriosis. Pero no esperaba que llegara
tan pronto. La ecografía mostró que tenía un quiste grande en el ovario
izquierdo. Empecé enseguida el tratamiento recomendado, y a la semana se atenuó
el dolor. Después de varios meses, el quiste desapareció. Un año después, sin
embargo, apareció otro. En todo caso, durante el resto de mi vida tendré que
estar vigilante y bajo control médico.
Como
la endometriosis es una enfermedad hormonal y del sistema inmunológico, hay otros
factores, aparte de la medicación, que contribuyen a que mi organismo
no se desequilibre. He tenido que cambiar mi dieta e incluir en ella más
verduras frescas, frutas en abundancia y vitaminas, además de limitar la
ingestión de cafeína. También hago más ejercicio y dedico más tiempo a
descansar. Todo esto me ha ayudado a reducir los efectos secundarios de los
medicamentos y a fortalecerme físicamente.
Durante estas difíciles experiencias he
agradecido mucho el apoyo compasivo, la comprensión y el cariño que he recibido
de mi esposo. Mis compañeros de trabajo —todos ellos voluntarios en la sucursal
griega de la Sociedad Watch Tower— me han conmovido al brindarme asimismo su
apoyo. Pero lo que me ha fortalecido por encima de todo es mi relación personal
con Jehová, quien ‘me ha sustentado sobre un diván de enfermedad’ (Salmo
41:3).
[Ilustración y recuadro de la
página 10]
La importancia de la
comunicación
La
enfermedad y el dolor pueden causar tensiones en cualquier relación, pero
también ofrecen la oportunidad de madurar. Cuando la enfermedad parece
no tener fin, el comportamiento de la paciente puede alterarse
sensiblemente, lo cual presenta dificultades para los miembros de la familia,
en particular el cónyuge. En vez de rendirse, los esposos deben esforzarse por
ser comunicativos y no apresurarse a acusar sino a perdonar con presteza.
La
mujer que sufre endometriosis debe recordar que todo el ciclo menstrual es
ajeno a la experiencia del hombre y que la dolencia que padece puede resultarle
muy confusa a su esposo. Sin embargo, si él interviene en todo el proceso de
evaluación del problema, puede llegar a comprenderlo mejor. A continuación
ofrecemos unos cuantos consejos para la paciente:
▪ Su esposo no puede leerle los
pensamientos, de modo que háblele del dolor que siente
▪ Escoja a un médico que les explique
tanto a usted como a su esposo en qué consiste la endometriosis y que esté
dispuesto a dedicarles tiempo extra si es necesario
▪ Háblele a su esposo de los cambios de
estado que experimente, sin olvidar los cambios positivos
▪ Pídale que lea sobre la enfermedad
[Ilustraciones y recuadro de la
página 11]
¿Qué es la endometriosis?
La
endometriosis toma su nombre del endometrio, la capa de células que reviste el
útero o matriz. La enfermedad se caracteriza por la presencia de tejido
parecido al del endometrio en distintos lugares fuera del útero. Puede
localizarse en órganos cercanos, como los ovarios, la vejiga y los intestinos,
y en algunos casos, por toda la zona pelviana.
Aunque
en la endometriosis se produce un crecimiento anormal de tejido, este por lo
general no es canceroso. Lo que convierte esta enfermedad en una anomalía
no es el tejido en sí, sino su ubicación fuera del útero. El tejido
endometrial del interior del útero ayuda a nutrir al feto durante la gestación.
Si la mujer no está embarazada, lo expulsa cuando menstrúa.
No
obstante, el tejido endometrial que crece fuera del útero no tiene forma
de salir del cuerpo. Los resultados son hemorragias internas, degeneración de
la sangre y el tejido que se desprende de los focos de endometriosis,
inflamación de la zona y formación de tejido cicatrizal. Otras complicaciones
que se pueden presentar, dependiendo de la localización del tejido endometrial,
son formación de adherencias, hemorragia u obstrucción intestinal, mal
funcionamiento de la vejiga y rotura de los focos de endometriosis, lo que
puede propagar la enfermedad. Los síntomas posiblemente empeoren con el tiempo,
aunque en algunas pacientes se dan ciclos de remisión y recurrencia.
[Ilustraciones]
(Para
ver el texto en su formato original, consulte la publicación)
Trompas
de Falopio
Ovarios
Útero
Endometrio
(capa de células que reviste la cavidad uterina)
Todos
los meses, los focos de endometriosis se rompen y sangran, pero el organismo
no puede expulsarlos
Adherencias
en los ovarios
Focos
de endometriosis
Focos
de endometriosis
[Ilustración y recuadro de las
páginas 12 y 13]
¿“UNA EXTRAÑA ENFERMEDAD DE LA
MUJER”?
¡Despertad! entrevistó a Mary Lou Ballweg,
presidenta de la Asociación de la Endometriosis, de Milwaukee (Wisconsin,
E.U.A.), para obtener más información sobre los efectos mentales y emocionales
de esta dolencia. A continuación reproducimos parte de dicha entrevista.
P.: ¿Cómo afecta emocionalmente la
endometriosis a las mujeres?
R.: Depende mucho del desarrollo de la
enfermedad en un momento dado. Cuando son adolescentes, puede causarles un gran
daño emocional. Las adolescentes no comprenden lo que les sucede, principalmente
porque no es común que se diagnostique la afección a esa edad. Además, son
muy sensibles a estos temas. No quieren hablar de ellos ni con sus
padres ni con nadie más. Así que pueden convencerse de que no son tan
fuertes ni valen tanto como otras personas. A menudo se les hace difícil
mantenerse al día con los deberes escolares, y su vida social se resiente.
Sabemos de muchas jóvenes que han abandonado los estudios. Todas las semanas
sin excepción nos enteramos de por lo menos un caso de una muchacha a quien
no le va bien en la escuela debido a graves problemas de salud
relacionados con la endometriosis.
P.: ¿Cómo afecta a las mujeres
casadas y a las adultas?
R.: El dolor puede causar estragos en el
matrimonio, sobre todo si no se ha diagnosticado la enfermedad. Una vez
diagnosticada, ambos cónyuges pueden tratar la situación, pues ya saben qué
sucede. Es de esperar que juntos encuentren la manera de contrarrestar los
efectos. Pero cuando no se diagnostica correctamente la enfermedad, se
produce mucho daño. Un médico le dijo a una mujer de nuestro personal, frente a
su esposo, que todos los síntomas que tenía eran imaginarios. El esposo le
creyó, y ahora están divorciados. La incomprensión es una de las principales
dificultades. Si vas a casa y le dices a tu familia que tienes una
enfermedad crónica, como esclerosis múltiple, probablemente se compadezcan de
ti y te apoyen. Pero si llegas y les dices que tienes endometriosis, te
preguntarán qué es eso. Para ellos es una extraña enfermedad de la mujer de la
que nadie desea siquiera hablar. Tal vez no recibas ningún apoyo.
P.: ¿Qué clase de apoyo cree que el
esposo, los hijos y los padres pueden brindar a la mujer que padece
endometriosis?
R.: En primer lugar, pienso que deben creer
lo que la mujer dice que le pasa. Han de tratar de ofrecer el apoyo que darían
si se hubiera presentado cualquier otro problema de salud. Para ello es
fundamental que se informen al máximo sobre la enfermedad. Cuando se conoce
mejor la endometriosis, se pueden comprender sus repercusiones, así como los
efectos secundarios de algunos fármacos. Además, desde mi punto de vista, la
mayoría de las sociedades de este mundo han creado un tabú al respecto: les da
vergüenza hablar sobre la biología femenina, lo cual es lamentable. Así, creo
que el mayor reto al que nos enfrentamos en todo el mundo es, probablemente,
cambiar la actitud de la gente en cuanto a lo que significa ser mujer.
Andres