http://www.efesalud.com/noticias/endometriosis-condena-invisible/
Dolor,
dolor y dolor, a veces ligado a la menstruación. Debilidad, depresión, vómitos,
náuseas, incomprensión, menosprecio. Problemas digestivos y problemas en las
relaciones sexuales. Así lo refieren las mujeres con endometriosis, una
enfermedad tan frecuente como poca conocida, aunque supera en número de
afectadas a las pacientes con cáncer de mama.
Los cálculos más optimistas apuntan a que una de cada
diez la sufren, en mayor o menor grado, pero muchas lo desconocen porque a
veces no da la cara.
El tiempo en diagnosticarlo, ronda de media entre los
siete y los diez años.
Se trata de una dolencia, con muchas aristas, que se inicia cuando el
tejido endometrial -encargado de revestir el útero-, comienza a crecer fuera de
este órgano y se expande por la región pélvica, los ovarios, las trompas de
Falopio u otros órganos abdominales próximos como los intestinos, la vejiga o
el recto.
Ocasionalmente
puede llegar hasta el hígado y los pulmones.
No hay
cura definitiva para muchos casos de endometriosis. Solo cuando el tratamiento
es correcto desde el principio, pero sí existen para aliviar el dolor,
desacelerar el crecimiento del tejido, mejorar la fertilidad y evitar que la
enfermedad progrese.
Los
tratamientos hormonales son los más utilizados para limitar o detener la
reproducción de estrógeno, hormona sexual que fomenta su crecimiento. También
se utiliza la cirugía para eliminar el tejido del endometrio que se ha adherido
a los órganos.
Habla el especialista
El doctor Francisco Carmona, jefe del servicio de Ginecología del
Hospital Clinic de Barcelona y especializado en endometriosis,
sostiene que se trata de una dolencia “fácil de diagnosticar”. Se trata simplemente de hablar con la
paciente, preguntar que le pasa “y con lo que te cuenta ya se debería empezar a
sospechar”.
A su
juicio, es una “asignatura pendiente” de toda la sociedad, empezando por la
propia mujer que cree debe aguantar hasta lo indecible, continuando por la
familia que considera que el dolor de la regla es normal y “finalizando por los
profesionales sanitarios, que, no pocas veces, no valoran adecuadamente a la paciente,
y las autoridades, que no hacen lo suficiente para difundir el conocimiento de
la enfermedad, para ayudar a las pacientes con limitaciones o creando centros
de referencia donde puedan ser valoradas y tratadas de manera correcta e
integral”.
A veces,
explica, hay un componente genético y la respuesta es la de siempre: a tu madre
y a tu tía también les dolía.
Está
además la incomprensión y desconocimiento de los compañeros de trabajo y/o
universidad. Las críticas porque se queda en casa vez que le toca menstruar, y
los muchos médicos que le restan importancia.
Sobre las causas son varias las hipótesis; el factor genético antes
aludido; el fallo de unas células encargadas de “limpiar” todos los restos que quedan en el interior de la pelvis al término de una menstruación;
el sistema inmunitario que no funciona, y/ o un factor medioambiental que
también puede influir.
Un estudio publicado por Carmona y su equipo revela que
el grupo estudiado de mujeres con endometriosis portaban en el interior de su
cuerpo una mayor carga de dioxinas muy toxicas que aquellas que no sufrían la
enfermedad.
Este tipo de dioxinas proviene de diferentes procesos
industriales como la quema de basuras o de las industrias que utilizan cloro
para blanquear compresas y tampax.
Son dioxinas que entran en el cuerpo y ya no salen, solo
se liberan a través de la grasa que contiene la leche materna.
Para las intervenciones quirúrgicas, Carmona se decanta
por la técnica de laparoscopia en ocasiones con la ayuda de un láser conducido
por fibra óptica.
Es mínimamente invasiva y más segura para la mujer
“porque provoca una menor inflamación de los tejidos y preserva mejor la
función ovárica”.
No hay que olvidar, señala, que la endometriosis es
causa de infertilidad entre el 30/40% de las mujeres que la padecen.
El calvario
C.A
tiene 36 años y se enteró hace apenas tres de que todos sus males: dolores pélvicos,
menstruaciones insoportables, y debilidad extrema, se debían a una
endometriosis severa.
“La
sensación es como si te rociaran ácido en la pelvis, sientes también calambres
por dentro y un dolor radiante en las piernas que te incapacita para moverte”.
“La palabra endometriosis no la oí hasta los 33 años, cuando me
encontraba en Boston (EEUU) por motivos laborales”.
Allí le
operaron de un endometrioma de siete centímetros en un ovario.
La
intervención se llevó a cabo mediante laparoscopia robótica Da Vinci, que actúa
con láser CO2 y vaporiza pero no quema, lo cual, refiere, “es vital para salvar
la fertilidad”.
También
le quitaron cinco adherencias de endometrio, repartidas por los intestinos, la
vejiga y el saco de Douglas.
Hasta
entonces y mientras vivía en España no lograron dar con la causa de sus males.
Ingresó incluso de urgencias en dos ocasiones por el insoportable dolor que
sufría.
Le
recetaban antinflamatorios para que se le pasaran los dolores de sus abundantes
reglas.
Ahora
está con tratamiento hormonal. Considera que hay todavía mucho desconocimiento
por parte de todos:” falta formación y sobran tabús y machismo”.
Acabar con el silencio
Cristina
Gurruchaga, padece endometriosis y es presidenta de la Asociación de Mujeres
con Endometriosis en Cataluña, ENDOCAT , donde
trabajan para romper el muro de silencio y de invisibilidad que rodea
inexplicablemente esta dolencia.
Desde
ENDOCAT defienden que los cuatro o cinco hospitales españoles, donde hay
unidades especializadas, como el Clínic de Barcelona; La Paz de Madrid o la Fe
de Valencia sean declarados hospitales de referencia, para que ninguna mujer se
quede fuera de los tratamientos por el simple hecho de no vivir en estas capitales.
Con
ayuda del doctor Carmona y otros especialistas, elaboraron un díptico que
explica en cuatro pasos como se detecta la dolencia. El objetivo era que se
repartiera por todos los centros médicos, pero la realidad es que duerme el
sueño de los justos en algún cajón del ministerio.
Cristina
tuvo suerte porque tardaron solo un año en detectarle la dolencia, pero antes
pasó un calvario de tratamientos.
Soportó una medicación para inducirle la menopausia, que le
provocó un dolor insoportable de huesos, heridas internas en la vagina, y
pérdida de pelo y 15 kilos menos.
Finalmente le terminaron operando, pero
sabe que se trata de una enfermedad crónica, que esta latente, que puede
aparecer en cualquier momento.
Andres